Yo nunca he dudado del color del cielo o el sabor del mar, nunca dudé de tu espontaneidad o de tus sinsabores. Siempre creí –por el contrario- en tus buenas posturas, en tus ciertas caricias, en tus nulas intenciones. Y al fin, al pasar lunas y soles, ocasos y albas, qué se yo y que podrías mostrarme… descubro un sinfín de marionetas saliendo de tus manos, ciertos desdenes y miles de sombras, que para hacer poesía solo hacen falta ganas, que para amar, solo hace falta tu cuerpo junto al mío
Virginia H.
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